Ya muy lejos del muelle, Enrique veía como la ciudad se iba deshaciendo frente a sus ojos, los edificios perdían los detalles, las ventanas se difuminaban y las personas se volvían puntos móviles que cómo cualquier punto y cualquier móvil, se confundian entre ellos hasta perder importancia y por completo ... forma. Un nuevo día de trabajo lo esperaba, el viaje matutino a las entrañas de la compañia de aguas profundas a diario empezaba a cansarle, pero al mismo tiempo le provocaba una sensación de lleno, si no hacía eso, ¿ Qué haría? ... ¿correr?, -Aggghrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr- un grito lo regresó a la realidad, el niño que limpiaba los pisos del barco corría de un lado a otro tratando de seguir una cuerda ...
- ¡Se nos ha soltado el bote señor!, perdón, pero al parecer no podremos bajar del barco hasta que lleguen los cuerpos de rescate por parte de la central de aguas profundas
-¿Cuerpos de rescate?, pero si no estamos perdidos, no somos náufragos, respondió Enrique.
Entonces pensó en la otra opción, salir nadando hasta la compañia, pero ¿cómo?, tendría que enfrentarse a las aguas ácidas del mar, su padre había tenido graves heridas por no creerle a los marinos y él no pensaba arriesgarse de ese modo, no por su trabajo.
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