En un desierto de agua se econtraba y las alas que la mantaraya blandía como espadas, eran solo la reminiscencia de tiempos anteriores.
Corales blandos recogían los restos y todo el suelo del mar florecía.
En éste bello escenario el maestro del disfraz lo esperaba con cautela, el pulpo rojo lo observaba a lo lejos.
Entonces despertó, amanecía y era tiempo de regresar a aguas más profundas.
1 comentario:
Guey, a huevo. Estas cabrón, escribes tus poemas como nadie. Un beso.
Dala.
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