lunes, 7 de enero de 2013

La copa

Toda vez que alguien me intenta servir vino en una copa respondo cortesmente que por favor no lo haga, pues lo más seguro es que la rompa.

La misma torpeza que tengo al manejar los objetos de vidrio me persigue al bailar, volverme cuando alguien grita mi nombre, pasar vallas en el entrenamiento o cualquier actividad que requiera coordinación motriz...

Cuando a pesar de la advertencia, mi interlocutor peca de persona no precavida o demasiado caballerosa, refiero la siguiente historia, con la esperanza de que reconsideren en gran trabajo de vidrio que están a punto de arriesgar ... la mayoría, me ignora y siempre sucede lo innevitable, rompo la copa, mancho todo de vino.

Cuando Andrei y yo fuimos a Ensenada, Paul (Uno de los seres humanos más coherentes que he conocido (cuyo nombre se pronuncia Paúl, no Pol, NUNCA Pol)) nos recomendó visitar la cava de L.A. Cetto, dónde, nos dijo podríamos tomar botellas al precio de stock, o sea baratísimas.

Andrei y yo llegamos a la cava después de visitar la playa, La Bufadora, el malecón y la tienda de pescado seco.

Al llegar nos recibió un amable mesero que nos llevó la carta y posteriormente el vino. Comenzó  la plática de siempre, copa no, por favor tráigame un vaso, el típico no se preocupe señorita por favor se lo suplico usted disculpeme por preguntar si la copa que es obvio ... bueh ... sirvió el vino en un ejemplar grande, vasto, gordo, rechoncho, tan pero tan empechugado que parecía que rogaba que hubiese un accidente ... y lo hubo, la bella copa terminó rota en pedazos bajo mis tenisitos de turista, el mesero apenadísimo con los demás clientes mandó a limpiar todo el "accidente" el accidente previsto y predicho y evidentemente evitable si tan solo me hubiera escuchado ...

Acto seguido trajo consigo un vaso de vidrio, un vaso largo, típico, normalucho, mediocre, de él no hay nada que decir ... también se rompió.

Finalmente el mesero llevó lo que le pedí desde el principio, un lindo, corto, casi cuadrado vaso de elegante plástico traslucido con el cual pude tomarme todo lo que quedaba de la copa acompañada de un pan delicioso con queso y la innigualable compañia del matemático del cual estaba enamorada en ese tiempo.

Hoy en día, consumo alcohol en una taza llamada Keep Cup.





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